En esta oportunidad, hablaremos de los estudiantes del ayer, donde el papel del educador estaba condicionado por el modelo estructural, educativo y curricular de una sociedad que se transforma continuamente y el papel del estudiante era condicionado por el sistema social, educativo y curricular.
El filósofo John Dewey afirmaba en 1916: “si hoy enseñamos a los estudiantes como enseñábamos ayer, los despojamos del futuro”. Más de un siglo después, esta frase sigue vigente. Ante los cambios acelerados en nuestra sociedad, muchos de ellos propulsados por nuevas tecnologías, necesitamos cambiar la educación.
DOCENTE TRADICIONAL COACCIONISMO Paulo Freire al respecto nos dice, “En la visión educativa tradicional, “El Saber”, el conocimiento, es una donación de aquellos que se juzgan sabios a los que juzgan ignorantes”. Donación que se basa en una de las manifestaciones instrumentales de la ideología de la opresión. El educador tradicionalista aliena la ignorancia, se mantiene en posiciones fijas, invariables; siempre será el que sabe, en tanto los educandos serán los que no saben. La rigidez de estas posiciones niega a la educación y al conocimiento como procesos de búsqueda. En la educación tradicional el docente es el centro del proceso educativo, él asumía el rol de planificar, ejecutar y evaluar el aprendizaje. Puede decirse que era un esquema centrado en el docente. La docencia tradicional que está en manos del docente (profesor), es un proceso muy complejo porque se encuentra condicionado a los factores siguientes: 1) el nivel de conocimientos, de los profesores 2) su imagen profesional-
La visión del educador que solo imparte conocimientos y el educando que solo aprende, ha sufrido grandes transformaciones, podemos decir a partir de las potencialidades y aspiraciones de las personas, dejando de lado que la educación solo se brinda en la escuela.
Quizá a muchos de nosotros desafortunadamente nos toco este tipo de educación “Tradicionalista” cuyos profesores pensaban, creían, siempre tener la razón, muy autoritarios y sobre todo recurrían a la memorización, como estudiantes no teníamos la libertad de participar ni estar en desacuerdo con el profesor ya que según él, siempre tenia la razón “ soberbia intelectual”. Profesores no actualizados. Estudiantes reprimidos y sin autonomía. Un ambiente donde se propiciaba el temor, miedo, pasividad, “obsolescencia”.
Hoy en día podemos ver que la sociedad se ha transformado en un agente educativo real, donde han cobrado importancia la innovación y la creatividad de desarrollar nuevos métodos que optimicen el proceso de enseñanza, que tomen en cuenta las peculiaridades, habilidades y destrezas de los estudiantes. Asimismo, vemos que día a día aumentan las exigencias del aprendizaje, sobre todo para incorporar nuevas tecnologías.
El perfil del estudiante también ha cambiado. El estudiante universitario, que solía ser la excepción, ahora es la norma. El nuevo estudiante ya se encuentra en el mercado laboral antes de terminar sus estudios universitarios, tiene alrededor de veinticuatro años, algunos están casados e incluso tienen familia, cuentan con cierta independencia económica y no continúan con la universidad inmediatamente después del bachillerato.
De aquí podemos deducir que las exigencias seguirán aumentando, por lo tanto lo que nos queda es desarrollar capacidades, ser flexibles a la evolución y adaptarnos a los cambios.
Estos cambios traen consigo oportunidades y las universidades deben estar preparadas para formar a los profesionales que se requerirán en estos nuevos esquemas laborales. Es difícil anticipar estos cambios y prever los nuevos empleos. Hace diez años no pensábamos que el mercado laboral necesitaría de creativos y analistas de redes sociales. Al preparar a nuestros estudiantes para el futuro, debemos anticipar cuáles serán las competencias que serán relevantes en el mañana.
Elaborado por: Claudia María Algarañaz Oniaba
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